24.8.10






Abrí internet, como lo hacía todas las mañanas antes de ir a Juno. Se había vuelto una adicción echar una mirada rápida mientras desayunaba. Ingresé al sitio de facebook y dirigí el puntero del mouse directo al pequeño globo rojo que indicaba que tenía mensajes nuevos. No me lo esperaba, pero allí estaba.
La respuesta de Joaquín. De Marco.
Hola Margarita. No acepté tus peticiones de amistad porque no me gusta agregar a personas que no conozco. Pero, si querés, podemos charlar por mensajes. Eso no me molesta.
Sonreí.
Está bien, respondí, tecleando rápidamente. Lástima que vivamos tan lejos, porque si no, conocernos sería mucho más fácil.
Me preparé, abrigándome bien, porque el día amenazaba con hacerme sentir el frío invernal en cada célula. Salí del departamento, repasando mentalmente lo que debía llevar, y presioné el botón del ascensor.
Cuando estuve en la calle me ajusté la bufanda y caminé hasta la parada, agradecida al ver que el colectivo estaba llegando.
Entré a Juno y no pude evitar llenarme de tristeza al encontrarme el local completamente vacío. Federico era siempre el primero en llegar. Pero no. No iba a recibir su cordial abrazo. No iba a escuchar ninguno de sus chistes. No iba reírme de sus gestos ridículos ni iba a burlarme de Helena en secreto.
Tampoco iba a sentir la mirada penetrante de Clara clavándose en mi nuca. No iba a escuchar su suave voz mientras atendía a los clientes. No iba a vigilarla de reojo, cuidándome de que no metiese la pata. Ni iba a sonreírle al final del día, para darle un poco de ánimo por el banal problema que tuviese esa mañana.
Me quedé de pie, en silencio, simplemente observando. Ningún sonido interrumpió la tranquilidad del ambiente. Solamente escuchaba mi respiración.
Avancé hasta la barra y me senté en una de las banquetas. De pronto no tenía ánimo para trabajar. Mi humor se había derrumbado en sólo unos pocos segundos.
Suspiré.
Lisandro llegó unos minutos más tarde y pareció sorprenderse al verme sola. Pero rápidamente comprendió lo que sucedía y su rostro adquirió un gesto sombrío que no lo se le borraría en el resto del día.
—¿Cómo estás? —preguntó, sonriendo con dificultad.
Levanté las cejas.
—Podría ser mejor —murmuré—. Pero al menos tengo una buena noticia.
Me miró, sin entender.
—¿Sí?
—Sí —respondí con voz misteriosa—: tu hermano se puso en contacto.
Su rostro no se inmutó. Pero supe que su cuerpo se había llenado de alegría.

6 comentarios:

  1. No es que me moleste, pero esta columna de Blogger genera demasiadas líneas viudas.

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  2. cuanta sapiencia que tiene margarita sobre el tema eh! jajajja

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  3. Ah, es que ella ahora está estudiando Diseño Gráfico en la UBA. Intentamos reconstruir nuestras vidas, al menos un poco...

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  4. Ah con razón! (igual, aguante la UNLP jaja)
    Odio cuando me dejan con esos puntos suspensivos, quiero leer más!

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  5. Es cierto, al menos en la UNLP tienen Tecnología, que es una materia escencial.
    Igual, no tienen Tipografía.
    Nosotros sí.

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