8.7.10






—Quiero que quede clara una cosa —recalcó Mariano—. Nadie va a volver a ingresar al Congardi V. Al menos, no por ahora. Toda la información que consiguieron Margarita y Federico es más que suficiente.
Nadie se opuso, por lo que se levantó y caminó hasta la cocina. Así finalizaban todas nuestras reuniones: él se levantaba y caminaba hasta la cocina. Margarita se sentó a mi lado y puso una de las cámaras de fotos sobre la mesa, mostrándome una imagen en la pantalla.
Joaquín Dubois. 15-09-83.
Se puso de pie y se dirigió al escritorio de la computadora. Extrajo la memoria de la cámara y la introdujo en el gabinete. Segundos más tarde, luego de unos cuantos clicks, la fotografía se mostró en el monitor.
Dos detalles llamaron mi atención. El primero me enredó la garganta.
Hijo de Ana Pascual y Guillermo Ferrari.
Y el segundo me destrozó por dentro.
Vendido a Cristina y Ariel Dubois. Trelew, 18-09-83.
—Al menos no está en Europa —bromeé, desganado.
Me miró, extrañada. Comprendí su sorpresa: la última vez que habíamos hablado sobre Marco, hacía unos días, no hubiese sido capaz de hacer un solo chiste. No hubiese sido capaz de sonreír, mínimamente.
Pero desde mi conversación con Julia, algo en mi interior había cambiado. Mis mecanismos habían comenzado a funcionar de forma distinta. Y esto, esta fotografía, era un paso gigantesco. Un paso que me invitaba a reír, a tener esperanzas. Era un paso que nadie había logrado dar antes.
—Por ahora, tenemos que investigar. Primero va a ser importante descubrir quién es Joaquín. Qué hace, dónde vive. Cómo es… —comenzó a fantasear Margarita.
La interrumpí.
—No creo que sea bueno pensar en cosas tan poco probables —dije—. Al menos, no por ahora.
—¿Quién dijo que era poco probable? —me desafió, con una sonrisa.
Una sonrisa demasiado sincera.
—¿Se te ocurre alguna idea?
Soltó una risita, cerrando la imagen. Sacó la memoria extraíble y volvió a colocarla dentro de la cámara. Se volvió hacia mí.
—Algunas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario