—Fue
un día raro, ¿no? —pregunté en voz alta, superando el sonido del agua cayendo
sobre la pileta de lavar los platos.
Federico
y yo nos habíamos quedado limpiando en Juno. Había refrescado mucho desde la
tarde y ninguno de los dos tenía abrigo, así que estábamos intentando hacerlo
lo más rápido posible.
—Sí,
vino bastante gente —contestó con poco interés—. Aunque podría haber sido peor,
a la noche estuvo bastante tranquilo.
—No,
no me refiero a eso. No sé, tuve una sensación rara durante todo el día. Cada
vez que me paraba al lado de Ele… fue un día cargado, a eso me refiero. No
podía pasar un segundo sin pensar en todo lo que hablamos ayer, en todo lo que
hay atrás de Lisandro. ¿No te pasa lo mismo?
—No,
no me pasa —dijo cortante, y caminó hasta la sala principal.
Lo
seguí, sorprendida.
—¿Qué
te pasa?
—¿Qué
me pasa? —soltó él, indignado—. Que no soporto hablar del tema. No puedo ni plantearme
seguir pensando en Lisandro después de haber pasado todo un día con él. No
puedo, no lo tolero. Me destroza por dentro. Cada segundo que paso mirándolo,
hablándole, en mi cabeza se repite una y otra vez la misma escena, adentro de
un auto. No puedo dejar de pensar en todo lo que pasa a su alrededor, a mi
alrededor, a tu alrededor. No puedo dejar de verme como un imbécil, como un nene
lleno de inocencia. No soporto la impotencia.
—Eso,
impotencia —dije con calma—. Fue un día cargado de impotencia.
Acomodó
algunas sillas bruscamente y se volvió hacia mí.
—Sí,
lleno de impotencia. ¿Pero qué podemos hacer? No sé cuánto tiempo vamos a tener
que esperar para dejar de sentirnos así.
—No
sé si quiero esperar —susurré—. No quiero seguir siendo un adorno al que hay
que cuidar para que no se rompa. No me interesa. Sabemos que están pasando
cosas. Y sabemos que hay gente que busca detenerlas. No me interesa estar ajena
al tema. No me interesa ser una persona más, ignorante de la realidad. O peor: al
tanto de la realidad, pero haciendo caso omiso. Como si fuese una cosa más por
la cual lamentarse.
Me
miró con ternura, sonriente.
—No
seamos adornos, entonces.
—¿Pero
cómo? —dudé—. No sabemos dónde trabaja Mariano. No sabemos cómo contactarnos
con él. Y está claro que Ele no quiere ponernos en peligro.
—Como
siempre, tengo una idea —alardeó—. Y yo creo que mañana va a ser un buen día
para llevarla a cabo.
qué bueno que está!!
ResponderEliminarcuánta intriga? qué idea tendrá.....
Cami
No era una idea muy descabellada, no te preocupes.
ResponderEliminar