13.5.10







—Fue un día raro, ¿no? —pregunté en voz alta, superando el sonido del agua cayendo sobre la pileta de lavar los platos.
Federico y yo nos habíamos quedado limpiando en Juno. Había refrescado mucho desde la tarde y ninguno de los dos tenía abrigo, así que estábamos intentando hacerlo lo más rápido posible.
—Sí, vino bastante gente —contestó con poco interés—. Aunque podría haber sido peor, a la noche estuvo bastante tranquilo.
—No, no me refiero a eso. No sé, tuve una sensación rara durante todo el día. Cada vez que me paraba al lado de Ele… fue un día cargado, a eso me refiero. No podía pasar un segundo sin pensar en todo lo que hablamos ayer, en todo lo que hay atrás de Lisandro. ¿No te pasa lo mismo?
—No, no me pasa —dijo cortante, y caminó hasta la sala principal.
Lo seguí, sorprendida.
—¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa? —soltó él, indignado—. Que no soporto hablar del tema. No puedo ni plantearme seguir pensando en Lisandro después de haber pasado todo un día con él. No puedo, no lo tolero. Me destroza por dentro. Cada segundo que paso mirándolo, hablándole, en mi cabeza se repite una y otra vez la misma escena, adentro de un auto. No puedo dejar de pensar en todo lo que pasa a su alrededor, a mi alrededor, a tu alrededor. No puedo dejar de verme como un imbécil, como un nene lleno de inocencia. No soporto la impotencia.
—Eso, impotencia —dije con calma—. Fue un día cargado de impotencia.
Acomodó algunas sillas bruscamente y se volvió hacia mí.
—Sí, lleno de impotencia. ¿Pero qué podemos hacer? No sé cuánto tiempo vamos a tener que esperar para dejar de sentirnos así.
—No sé si quiero esperar —susurré—. No quiero seguir siendo un adorno al que hay que cuidar para que no se rompa. No me interesa. Sabemos que están pasando cosas. Y sabemos que hay gente que busca detenerlas. No me interesa estar ajena al tema. No me interesa ser una persona más, ignorante de la realidad. O peor: al tanto de la realidad, pero haciendo caso omiso. Como si fuese una cosa más por la cual lamentarse.
Me miró con ternura, sonriente.
—No seamos adornos, entonces.
—¿Pero cómo? —dudé—. No sabemos dónde trabaja Mariano. No sabemos cómo contactarnos con él. Y está claro que Ele no quiere ponernos en peligro.
—Como siempre, tengo una idea —alardeó—. Y yo creo que mañana va a ser un buen día para llevarla a cabo.

2 comentarios:

  1. qué bueno que está!!
    cuánta intriga? qué idea tendrá.....
    Cami

    ResponderEliminar
  2. No era una idea muy descabellada, no te preocupes.

    ResponderEliminar