18.5.10






Entré a Jaya a paso lento, observando atentamente cada una de las mesas. Julia todavía no había llegado. Mejor, prefería ser primero. Caminé hasta una mesa para dos y respiré profundamente.
Estaba completamente nervioso. La garganta me pedía litros de agua, y tenía la boca empastada. El estómago se me retorcía y mi apetito parecía haberse fugado a otro rincón del planeta. Iba a tener que comer algo, por mínimo que fuera, si estaba en un restaurante.
Un mozo se acercó y le pedí una botella de agua mineral. Quería sacarme esa horrenda sensación de haber caminado kilómetros a través del desierto.
Alguien me tapó los ojos por detrás.
—¿Quién soy? —escuché. Y era demasiado obvio.
—Julia —dije, sonriendo.
Ella dio la vuelta a la mesa y se sentó en frente mío con movimientos alegres y sutiles. La miré durante unos segundos; estaba realmente hermosa. Llevaba el pelo castaño recogido con un pañuelo y sus ondas caían suavemente sobre sus hombros. Tenía puesta una campera de lana y una pollera larga hasta los talones.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Bien, un poco cansado. Fue un día complicado.
—Había mucha gente en el bar —murmuró.
El bar. El único tema del que no quería hablar.
—Podría haber sido peor —comenté, quitándole importancia—. ¿Vos cómo estás?
—Muy bien. La librería es bastante tranquila, así que relajada. Y esperando a que un mozo se digne a atendernos para comer mi plato de comida china preferido.
Dudé.
—No tengo idea de comida china —me reí.
Ella dejó escapar una carcajada.
—No te preocupes, yo elijo por los dos —me guiñó un ojo—. Vas a probar el mejor plato vegetariano de tu vida.
Tomé la botella de agua mineral, llené mi copa por segunda vez, y también la suya, con cuidado de no volcar.
—Gracias. No aguantaba la sed —sonrió. Y se llevó el recipiente a la boca.
Un mozo comenzó a acercarse, trayendo una panera repleta.
—Y bien, Lisandro —continuó ella—. Te conozco un poco, pero quiero más detalles. Así que, contame: ¿qué te trae por Buenos Aires?
La miré. Y supongo que esa mirada significó mucho para ella. Supongo que dedujo su significado al instante. Siempre supo que le estaba mintiendo. Siempre supo que detrás de Lisandro Borromeo había algo más.
Y yo no me di cuenta.

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