5.6.10






Julia sonrió alegremente mientras ordenaba una pila de libros. Le di un segundo beso de despedida, abrazándola suavemente.
—¿Nos vemos mañana? —pregunté.
—Sí —respondió suavemente—. Saludos a los chicos.
Salí de la librería y caminé hasta Juno. Ya había oscurecido y los faroles iluminaban la calle. Margarita y Federico esperaban afuera, porque todavía era temprano: Cristián, Clara, Helena y Patricio no llegarían hasta dentro de media hora.
—¿Noticias? —pregunté, luego de saludarlos.
—En la casa de Espinoza no encontramos nada —se quejó Federico—. Ni un teléfono, ni una dirección, ni un papel que delatara algo de información. Parece que mantienen la seguridad al máximo.
—Nosotros fuimos al edifico —apunté—. Extremadamente protegido.
Margarita hurgó en su bolso y sacó una pila de hojas impresas. Tenían información y varias fotos del Congardi V. Nos dio algunas, para que las miráramos.
—Es un edificio de oficinas, de todo tipo —comenzó a explicar—. Hay abogados, contadores, psicólogos, diseñadores… todo tipo de profesionales. Y muy caretas. Los primeros nueve pisos son administrativos. A partir del décimo comienzas a funcionar oficinas que reciben visitas. También hay pequeñas oficinas de grandes empresas internacionales —hizo una pausa—. Básicamente, reúne a la mayoría de los grupos con alto poder adquisitivo que surgieron en los últimos años. Estuve buscando muchísimo, pero no hay una página web del edificio en sí. Y apenas lo nombran algunas inmobiliarias. Por lo visto las oficinas se vendieron y no se alquilan.
—Es un avance importante —murmuré después de unos segundos—. Suficiente por ahora. Espero que para esta noche Emanuel haya podido hablar con Valentín.
—¿Quién es Valentín? —preguntó ella.
Era difícil de explicar. Ni siquiera yo lo sabía bien.
—Trabaja con Mariano. Está infiltrado en algún organismo del Estado, no sé cuál, pero parece que tiene acceso a los planos y titularidades de las construcciones. Rentas, o algo por el estilo. No sé.
Los ojos de Margarita se iluminaron.
—¿Podríamos tener el plano de ese edificio?
Asentí con la cabeza.
—Eso facilitaría mucho, muchísimo las cosas —murmuró, casi sin abrir la boca.
Y se rió.


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