15.6.10






Los días que siguieron fueron silenciosos y transcurrieron lentamente. Ramona estaba destrozada y había llegado a preocuparnos. Pero insistía en que simplemente era su duelo.
—Irina García necesita ese duelo —decía.
Emanuel, Pablo y Federico se dedicaban a recopilar más información sobre el Congardi V y a buscar un reemplazo para Ramona en el hospital, sin perder de vista a Espinoza. Y Mariano y Lisandro habían recomenzado la investigación sobre Marco.
Lisandro cada vez estaba más desganado, pero era algo más que lógico: su búsqueda no avanzaba. Nada, por más que indagara en detalles mínimos, lo acercaba a su hermano.
Yo era la encargada de averiguar si el entrepiso del Congardi V existía. Y de cómo acceder a él. Al fin y al cabo, había sido mi propuesta.
—Déjenmelo a mí —había dicho casi una semana atrás.
Así que ahí estaba. En frente a ese lujoso edificio, tal como había hecho todas las tardes de los últimos seis días. Simulando esperar un colectivo, subiéndome cada tanto a alguno, para no levantar sospechas. Pero siempre ahí, prestando completa atención. Horas, horas y horas.
Pero lograr ingresar sin una razón era completamente imposible. Los hombres de seguridad pedían nombre y número de documento, y lo verificaban en una grilla. Recién entonces se tenía acceso al ascensor, custodiado por otro hombre de seguridad. Y luego sí: a los pasillos, pero seguramente también estarían vigilados.
Tuvieron que pasar cinco días para que me diera cuenta de un detalle muy importante: una gran cantidad de ciegos acudían al Congardi V.
Y tuvo que pasar otro día más para que notara algo más importante aún: esas personas caminaban directamente hacia el ascensor. No pasaban por la mesa de ingreso. No debían decir su nombre. Tenían libre acceso.
Tomé mi nuevo teléfono y marqué el número de Mariano.
—Margarita —dijo, tan cortés como siempre.
—Avisale a Federico que mañana, después de Juno, tiene que venir conmigo al Congardi V —me apresuré a explicar. Estaba muy impaciente.
—¿Pasó algo?
Sonreí.
—Nada grave. Es que mañana vamos a ingresar al edificio.
No se oyó más que silencio durante unos segundos. Le había dado una noticia que significaba un gran avance para todos.
—Tengan cuidado —fue todo lo que dijo. Y cortó.
¿Cuidado? No iba a ser necesario.
La fórmula era demasiado sencilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario