3.7.10






Por un momento creí que mi vida se había transformado en una serie de televisión. Por un momento creí lo peor: que Joaquín Dubois era uno de ellos. Que Marco Ferrari participaba en la compraventa de bebés.
Pero no.
La carpeta que tenía Federico era, tal vez, una de las más valiosas: recopilaba información sobre los bebés vendidos entre los años 80 y 85. Fotografió una a una todas sus páginas mientras yo guardaba las cosas en su lugar, preocupada porque nos descubrieran.
Salimos de aquella habitación rápidamente, asegurándonos de que no había nadie en la escalera, y descendimos hasta la planta baja. Pero no pudimos abrir la puerta. Estaba bloqueada.
Nos miramos, sin comprender.
—Es una salida de emergencia, ¿cómo puede estar bloqueada? —se quejó él, casi en broma, y comenzó a subir.
Lo seguí, asustada. Había comenzado a pensar que toda esa inseguridad, toda la falta de protección, era completamente intencional. Que nos habían invitado a espiarlos, a conocerlos un poco más, a cambio de encerrarnos allí. Ese era su sistema de seguridad: bloquear nuestras salidas. Ver nuestras caras. Reírse de nuestra confianza. Y luego…
No quería pensarlo.
—Está cerrada —gritó Federico desde el primer piso. Escuché sus pasos apurados alejarse: seguía subiendo.
Probamos una a una todas las puertas. Piso dos. Piso tres. Piso cuatro.
Nada. Ninguna de ellas estaba abierta. Ninguna de ellas nos permitía escabullirnos.
Y yo estaba completamente desesperada. No podía pensar, no podía razonar. No podía darme cuenta de la lógica de la situación, como siempre solía hacer.
Piso cinco. Piso seis. Piso siete.
Nada.
—Nos atraparon —solté, al borde del llanto.
Federico hizo caso omiso. Siguió subiendo, sin responderme.
Piso ocho. Piso nueve. Piso diez.
La puerta hacia el pasillo se abrió en cuanto la empujamos. Y cuando el aire fresco y la excesiva luz me rodearon, la sensación de alivio que recorrió mi cuerpo fue increíblemente abrasadora.
—No entiendo —murmuró Federico—. No entiendo absolutamente nada.
—Yo tampoco —respondí—. Pero no me importa.
Sonreí.

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