—Volvió a rechazarme —se quejó Margarita. La observé sin
comprender, mientras con su mirada parecía analizar el funcionamiento del
monitor—. Tu hermano —aclaró—, no me acepta como amiga.
Di el último sorbo al mate y suspiré. ¿Qué más podía
hacer? Hacía meses que no usaba una computadora por más de media hora. Parecía
estar fuera del tiempo, tecnológicamente hablando.
—¿No hay otra forma de comunicarse? —pregunté,
esperanzado.
—Sí, le puedo mandar un mensaje. Pero tengo que tener algo
para decir —hizo una pausa—. Hola Joaquín, soy Margarita. Te cuento que en
realidad te llamás Marco y que tenés un hermano. ¿Querés saber más? Aceptame
—bromeó, haciéndose la que tecleaba.
Largué una risita, negando suavemente con la cabeza. No
nos habíamos visto durante el fin de semana y, afortunadamente, había
recuperado su buen humor. Supongo que sus charlas con Ramona la habrían hecho
sentir mejor. Sin embargo, no dejaba de sentirme culpable. Había tenido que
hacer algo horrible.
Y había sido mi idea.
Se volvió hacia mí y comprendió mis pensamientos con una
simple ojeada.
—Lisandro, basta —dijo, con un exceso de aire. Se paró,
caminó hasta la mesa y se sentó a mi lado—. Fue tu idea, pero yo la acepté y la
llevé a cabo. Podría haberte dicho que no. Era necesario…
—No era necesario, Margarita —me enojé—. Podríamos
haberle contado.
—Clara no está preparada para saber.
—¿Y si mañana vuelve?
No respondió. Simplemente me miró, se puso de pie y
caminó hasta a la computadora. Era una posibilidad. Desde el viernes aún no
habíamos vuelto a Juno por el fin de semana largo. Todavía podíamos llevarnos
una sorpresa.
—Algo se me va a ocurrir para mandarle a tu hermano
—cambió de tema, con voz cortante—. Vos pensá, también, por favor.
Asentí con un mumullo.
—Me voy a ir, en un rato llega Julia de Azul y va a ir a
cenar a casa.
—¿Hace cuánto que salen? —preguntó.
—Este jueves cumplimos un mes —comenté, poniendo los
ojos en blanco. Ya sabía qué venía a continuación.
—Hace un mes que sale con una persona irreal.
Respiré profundamente: habíamos tenido esta conversación
antes. Y cada día que pasaba sentía que era peor seguir mintiéndole, pero no
quería ponerla en peligro. No estaba seguro de que la verdad fuese la mejor
opción.
—Pensalo, Ele —sentenció, con una sonrisa triste.
Abrió la puerta de salida.
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