—¡Ese es el nombre que nos
faltaba! —se entusiasmó Ramona.
Estábamos, una vez más,
sentados alrededor de la mesa del living. Todos menos Federico. Mariano parecía
perturbado, a pesar de que nosotros creyéramos que ese papel ponía fin a todo
nuestro trabajo.
—Puede ser el nombre de
cualquier persona —se opuso, seriamente.
—Sí, por supuesto —ironizó
Margarita—. Yo también me ando escondiendo nombres de amigos de trabajo en las
medias. En el pie derecho tengo el de Helena, la cocinera. Y en el izquierdo
tengo dos: Alan Ferrari y Lisandro Borromeo. ¡Por favor, Mariano! Es evidente
que este Vanzini es alguien importante.
—Al fin y al cabo, es lo que
Fede estaba buscando —intervino Emanuel, casi en susurro. Su rostro se quebró
al terminar de hablar.
Nos quedamos en silencio
durante unos segundos. Era cierto, teníamos un nombre y podía ser uno
importante. Pero, al mismo tiempo, Federico estaba inconsciente, del otro lado
de la pared.
—Está bien —accedió Mariano—.
Vamos a hacer lo siguiente: Pablo, averiguá quién es Matías Vanzini. Solamente
Pablo —aclaró, mirando a Emanuel—. No quiero que los dos corran peligro. Después
veremos cómo seguimos. Lisandro, seguí intentando contactarte con tu hermano. Y
Ramona, mañana andá a lo de Silvia Méndez. Pero, por favor, tené cuidado.
—Yo voy, también —se sumó
Margarita.
Todos nos volvimos hacia ella,
sorprendidos.
—Margarita —se quejó el otro—,
estoy pidiendo que no corramos peligro.
—Méndez sabe quién soy. Fue
completamente evidente que estaba mintiendo sobre Alan. Si realmente quisiera,
podría encontrarme cualquier día.
Mariano cerró los ojos, inhaló
profundamente y lanzó un fuerte suspiro.
—Está bien, vayan. Pero tengan
cuidado.
—Por supuesto.
Carraspeé. Algo me tenía
preocupado. Éstas eran, supuestamente, nuestras últimas acciones antes de
tomarnos un descanso.
Pero sentía que no había tiempo. Federico había sido descubierto. Ramona y
Margarita estaban a punto de delatarse por decisión propia. Al mismo tiempo, la
información que teníamos era más que suficiente. Y si ese nombre era el que
necesitábamos, habríamos llegado a nuestra meta y sólo quedaría buscar
justicia.
—¿Y si Matías Vanzini —pregunté—,
es el líder de ese grupo?
—Ya veremos —dijo Mariano—.
Por ahora creo que lo mejor va a ser que de todas maneras nos tomemos un
tiempo. Que esperemos al momento adecuado para sacar a la luz todo lo que
sabemos.
No sabíamos, por supuesto, que
no podríamos esperar.
Teníamos menos tiempo del que
creíamos.
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