Abrí internet, como lo hacía
todas las mañanas antes de ir a Juno. Se había vuelto una adicción echar una
mirada rápida mientras desayunaba. Ingresé al sitio de facebook y dirigí el puntero del
mouse directo al pequeño globo rojo que indicaba que tenía mensajes nuevos. No
me lo esperaba, pero allí estaba.
La respuesta de Joaquín. De
Marco.
Hola Margarita. No acepté tus peticiones de amistad porque no me gusta
agregar a personas que no conozco. Pero, si querés, podemos charlar por
mensajes. Eso no me molesta.
Sonreí.
Está bien, respondí, tecleando rápidamente. Lástima que
vivamos tan lejos, porque si no, conocernos sería mucho más fácil.
Me preparé, abrigándome bien,
porque el día amenazaba con hacerme sentir el frío invernal en cada célula.
Salí del departamento, repasando mentalmente lo que debía llevar, y presioné el
botón del ascensor.
Cuando estuve en la calle me
ajusté la bufanda y caminé hasta la parada, agradecida al ver que el colectivo
estaba llegando.
Entré a Juno y no pude evitar
llenarme de tristeza al encontrarme el local completamente vacío. Federico era
siempre el primero en llegar. Pero no. No iba a recibir su cordial abrazo. No
iba a escuchar ninguno de sus chistes. No iba reírme de sus gestos ridículos ni
iba a burlarme de Helena en secreto.
Tampoco iba a sentir la mirada
penetrante de Clara clavándose en mi nuca. No iba a escuchar su suave voz
mientras atendía a los clientes. No iba a vigilarla de reojo, cuidándome de que
no metiese la pata. Ni iba a sonreírle al final del día, para darle un poco de
ánimo por el banal problema que tuviese esa mañana.
Me quedé de pie, en silencio,
simplemente observando. Ningún sonido interrumpió la tranquilidad del ambiente.
Solamente escuchaba mi respiración.
Avancé hasta la barra y me
senté en una de las banquetas. De pronto no tenía ánimo para trabajar. Mi humor
se había derrumbado en sólo unos pocos segundos.
Suspiré.
Lisandro llegó unos minutos
más tarde y pareció sorprenderse al verme sola. Pero rápidamente comprendió lo
que sucedía y su rostro adquirió un gesto sombrío que no lo se le borraría en
el resto del día.
—¿Cómo estás? —preguntó,
sonriendo con dificultad.
Levanté las cejas.
—Podría ser mejor —murmuré—.
Pero al menos tengo una buena noticia.
Me miró, sin entender.
—¿Sí?
—Sí —respondí con voz
misteriosa—: tu hermano se puso en contacto.
Su rostro no se inmutó. Pero supe
que su cuerpo se había llenado de alegría.
No es que me moleste, pero esta columna de Blogger genera demasiadas líneas viudas.
ResponderEliminarcuanta sapiencia que tiene margarita sobre el tema eh! jajajja
ResponderEliminarAh, es que ella ahora está estudiando Diseño Gráfico en la UBA. Intentamos reconstruir nuestras vidas, al menos un poco...
ResponderEliminarAh con razón! (igual, aguante la UNLP jaja)
ResponderEliminarOdio cuando me dejan con esos puntos suspensivos, quiero leer más!
Es cierto, al menos en la UNLP tienen Tecnología, que es una materia escencial.
ResponderEliminarIgual, no tienen Tipografía.
Nosotros sí.
Sí, los envidio en eso!
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