Margarita y yo entramos a lo
de Mariano. Llovía, así que nos sacamos las camperas y las zapatillas,
empapadas. La mesa del living estaba servida y un delicioso olor a tuco
abrigaba cada rincón. Saludamos a todos y nos acomodamos en el sillón, a la
espera de la comida que Emanuel estaba preparando.
Era alrededor de la una de la
mañana, quizá un poco tarde para cenar; pero los horarios de Juno nos exigían
esas anormalidades y el grupo entero se había acostumbrado.
—Estás al tanto de lo de
Méndez, ¿no? —me preguntó Ramona.
—Sí, ya le conté —intervino
Margarita—. ¿Qué vamos a hacer?
Emanuel se acercó con una
fuente humeante, repleta de fideos. Nos pusimos de pie y nos sentamos a la
mesa, con el resto.
—Hay algo que es claro:
tenemos dos semanas para actuar como lo veníamos haciendo —comenzó Mariano,
pasándole su plato a Pablo—. Después vamos a tener que tomar recaudos
importantes. Sobretodo con ustedes dos —se volvió hacia Margarita y Ramona—. Si
no conseguimos nada en dos semanas, olvídense de salir de sus casas.
Natalia suspiró.
—¿Tenemos todo lo que
necesitamos? —quiso saber.
Emanuel me echó una extraña
mirada, en silencio. Había algo en sus ojos, un brillo de esperanza que me
llamó la atención. Fruncí el entrecejo mientras recibía el plato lleno de
fideos.
—Tenemos la información
—intervino Pablo—. Tengo todos los datos de Vanzini y hace ya bastante tiempo
que recopilamos los de las fotos que trajeron Marga y Fede. En ese sentido,
estamos muy bien parados.
—¿Pero…?
—Pero la policía está con
ellos —largó Ramona—. La policía como institución, no cada policía
independientemente. Pero siguen órdenes —hizo una pausa—. Lo que necesitamos es
un aliado que pueda ayudarnos desde adentro. Que pueda reunir a un grupo dispuesto
a iniciar la investigación, tomar las denuncias, llevar todo esto a juicio.
—¿Y el poder judicial?
—pregunté.
Silencio.
—Confiemos en que las pruebas
que tenemos son suficientes —argumentó Mariano—. Yo estoy moviendo contactos
para encontrar un juez que pueda ayudarnos; con abogados ya contamos, pero
insisten que todo debe iniciarse desde una investigación policial.
—¿Y entonces?
—Necesitamos un policía —murmuró,
casi en susurro—. Y tenemos dos semanas para conseguirlo.
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