5.9.10






—Tengo noticias —dije con alegría, en cuanto atravesé la puerta—. Y buenas.
Lisandro me miró, con una sonrisa sutil.
—Tu hermano estudia Cine —comenté—. En el IUNA, Ele. ¡Vive acá, en Capital!
Su rostro se iluminó repentinamente, mientras se ponía de pie y avanzaba hacia mí. Me rodeó con sus brazos y me apretó, fuertemente, cargándome de energía. Respiró profundamente y su pecho hizo presión sobre el mío. Era una sensación hermosa, tan relajante.
—¿Está acá? —susurró, despegándose de mi cuerpo, pero sin perderme de vista—. ¿Está acá, cerca, ahora mismo?
Sonreí.
—Tranquilo, Ele. Todavía hay que explicarle quiénes somos. Pero primero tengo que, mínimamente, caerle bien —expliqué—. Recién nos estamos conociendo, pero creo que en unos días vamos a poder contarle todo.
Se mordió el labio inferior, nervioso.
—¿Y cómo vamos a contarle? ¿Cómo? Porque a mí no se me ocurre la forma.
—Tranquilo —repetí—. Ya se nos va a ocurrir algo. Lo primordial es conseguir otra forma de contacto, porque los mensajes de facebook son muy incómodos. Un mail. O un teléfono, sería ideal. Voy a ver qué puedo hacer.
Ramona me lanzó una mirada cálida. Respondí con una sutil sonrisa y me senté junto a ella en el sillón.
—¿Todo bien?
—Vanzini y sus amigos se postulan a elecciones —largó.
Me quedé muda, totalmente anonadada. Eso era una noticia. Y mala, muy mala. Era algo que había temido desde el día que me lo habían contado todo: que esa gente, ese horrible grupo de personas interesadas en robar y vender bebés, fuera gente poderosa.
—¿Y Federico? —indagué.
Volvió la mirada al suelo, evitando mis ojos. Asentí suavemente con la cabeza y dejé escapar un profundo suspiro. Me levanté.
—Lo voy a ver —dije, decidida.
—Mariano nos pidió que no —intervino Lisandro, rápidamente—. Prefiere ser él solo el que lo vea así.
Presioné la mandíbula, impaciente. Necesitaba ver a mi amigo; necesitaba ver su rostro, por mal que estuviera. ¿Cómo podían impedírmelo?
—No lo soporto —dije, caminando hacia la puerta de salida—. Nos vemos en Juno —me despedí.
—No voy; ceno con Julia.
—Cierto —asentí, cortante—. Feliz mes.
Salí a la calle y di un portazo.

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