Abrí la puerta. Despacio, con
mucho cuidado. Por alguna razón, tenía miedo. Miedo de lo que me esperaba del
otro lado, aquello que durante meses había abandonado. Ahí, esperando, estaba
Alejandro. Mi amigo. Amigo de Alan. Aquel a quien tanto quería, a quien tanto
había querido. Siempre.
Y sin embargo, a pesar de
haber asumido mi dualidad, a pesar de haber aprendido a vivir con ella, tenía
miedo.
—Alan —dijo, con una sonrisa.
Ahí estaba. Alto y esbelto,
como siempre. Sus cortos rulos se elevaban a unos centímetros del cuero
cabelludo, dándole ese aire informal característico. Me miró, con los ojos
verdes cargados de alegría.
Dio un paso hacia adelante.
—Ale —saludé. Y lo abracé.
Lo abracé fuerte, intentando
transmitirle toda la energía, toda la calidez que había en mi cuerpo. Por un
momento me olvidé de Lisandro. De Marco, de Mariano, de Margarita. De Julia. De
Ramona y Federico.
Pero sólo un momento.
—¿Cómo estás, Alan? —susurró,
sin soltarme.
Respiré profundamente.
—Ahora me llamo Lisandro —expliqué,
separando nuestros cuerpos.
Me miró. Me miró a los ojos y
frunció el ceño. Su rostro se cargó de sorpresa.
—¿Tenés ojos verdes?
Sonreí.
—Las cosas son más complicadas
de lo que parecen —me limité a decir.
Sentí una mano sobre mi
hombro: Julia se había acercado. Me acarició la espalda suavemente y saludó a
Alejandro.
—Ella es Julia —comenté—. Mi
novia.
Se quedó en silencio, observándonos.
Observando mi pelo oscuro, mis ojos claros. Observándola a ella, que no parecía
incomodarse ante el profundo análisis visual. Se quedó así, en silencio,
durante varios segundos.
—Tenés el pelo negro, los ojos
verdes, una novia —enumeró, contando con los dedos—. ¿Y te llamás Lisandro?
—Las cosas son más complicadas
de lo que parecen —repetí.
Asintió con la cabeza.
—Entonces, explicame —dijo.
Y su sonrisa volvió.
Que buena historia ¿de donde la sacastes?
ResponderEliminarun saludo ter invito a mi blog
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